¿Qué me Falta Todavía?

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Published

October 22, 2024

¿Qué me Falta Todavía? – Una Reflexión del Reino Invertido Basada en Mateo 19:23-30

En Mateo 19:23-30, Jesús confronta a Sus discípulos con una paradoja que revela la naturaleza invertida del reino de Dios: “En verdad les digo que es difícil que un rico entre en el reino de los cielos” (v.23). Esta declaración sigue al encuentro con el joven rico, un hombre que parecía poseer todo lo que el mundo valora—riqueza, moralidad y estatus—pero que se fue triste, incapaz de desprenderse de sus bienes para seguir a Cristo. Con este encuentro, Jesús revela que la entrada al reino es radicalmente distinta al camino del mundo: requiere rendición, humildad y dependencia, virtudes que parecen contrarias a nuestra lógica natural.

Este pasaje nos invita a reflexionar sobre la tensión entre la perspectiva del mundo y la de Dios, el significado de la paradoja y cómo debemos vivir conforme a ella.


La Perspectiva del Mundo vs. la Perspectiva del Reino

En la lógica del mundo, la riqueza y el estatus significan éxito, seguridad y bendición. El joven rico encarnaba estos ideales: era moralmente intachable, socialmente respetado y materialmente próspero. Él asumía que la vida eterna se podía obtener con esfuerzo humano, preguntando: “¿Qué me falta todavía?” (v.20). Su mentalidad refleja cómo opera el mundo: el éxito se logra mediante la acumulación, los logros y la autosuficiencia.

Sin embargo, en el reino de Dios, el camino hacia la vida no consiste en adquirir más, sino en desprenderse de lo que nos ata el corazón. Jesús reveló que la riqueza del joven no era solo una bendición, sino también un obstáculo para seguirle. El mundo enseña que la fortaleza y los recursos nos aseguran estabilidad, pero Jesús advierte que estas cosas pueden impedirnos confiar plenamente en Dios (v.24). Esta enseñanza dejó asombrados a los discípulos, revelando cuán profundamente los valores mundanos también habían moldeado su pensamiento: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?” (v.25).

El mundo enseña que la fortaleza y los recursos nos aseguran estabilidad, pero Jesús advierte que estas cosas pueden impedirnos confiar plenamente en Dios.


El Significado Paradójico

El corazón del Evangelio es una paradoja: aquellos que son “los primeros” en el mundo—ricos, poderosos y autosuficientes—tienen una desventaja espiritual, mientras que quienes son “los últimos”—débiles, humildes y pobres—están en mejor posición para recibir la gracia de Dios. Jesús declara: “Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros”. La salvación no se logra con mérito humano; es un regalo que se recibe con humildad.

Así como “es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el reino de Dios” (v.24), es imposible que alguien entre por sus propias fuerzas. Jesús deja claro que la salvación es posible solo por el poder de Dios, no por el esfuerzo humano: “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible” (v.26). La riqueza y la autosuficiencia dan una falsa sensación de seguridad, haciéndonos creer que podemos salvarnos por nuestra cuenta. En contraste, aquellos que reconocen su necesidad espiritual—los “pobres en espíritu” (Mateo 5:3)—son bienaventurados porque dependen enteramente de Dios.


Viviendo la Paradoja

Seguir a Cristo requiere adoptar los valores contrarios del reino. No se trata solo de sacrificios ocasionales, sino de una reorganización total de nuestras prioridades. Pedro, hablando por los discípulos, dice: “Mira, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué, pues, recibiremos?” (v.27). Jesús responde con una promesa: “Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o tierras por Mi nombre, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna” (v.29).

Vivir conforme a esta paradoja significa sujetar nuestras posesiones y logros con manos abiertas, valorando los tesoros eternos sobre los temporales. Implica buscar primero el reino de Dios y confiar en que Él proveerá para nuestras necesidades. También nos llama a ser generosos con lo que tenemos y encontrar gozo no en nuestras ganancias, sino en servir a los demás y vivir para Cristo. Como Pablo dice: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor” (Filipenses 3:8).

Seguir a Jesús puede implicar pérdidas materiales, relacionales o personales, pero estas no se comparan con la recompensa eterna de conocer a Cristo. La llamada de Cristo es perder nuestra vida para ganarla (v.25). Vivir de este modo puede parecer insensato para el mundo, pero refleja la sabiduría de Dios, quien exalta a los humildes y da gracia a los necesitados.


Conclusión

La paradoja del Evangelio desafía nuestras suposiciones naturales: aquellos que parecen tenerlo todo pueden estar espiritualmente empobrecidos, mientras que quienes no tienen nada son los más ricos en fe. Jesús nos llama a vivir según este reino al revés, aflojando nuestra dependencia de la riqueza y el estatus y confiando completamente en Él. De esta manera, encontramos la verdadera vida y el gozo eterno, sabiendo que “muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros” (v.30).